jueves, 30 de diciembre de 2010

Cinco



O.NO.MATOPEYA
Había hablado creo ya, del placer de escuchar sonidillos o ruídos |como le plazca escuchar|, desde los almuerzos en silencio donde el más armónico fondo son las bocas con comida masticándose, hasta los chasquidos poco rítmicos de los apostadores del club hípico aplaudiendo con los dedos y una mano a su caballo que corre devolviendo el aplauso con otro sonido de herraduras y un puac puac puac puac...

Me dan hambre y mariposas en mi vejiga.

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